Luces de España en Marruecos

Luces de España en Marruecos

Tomás García Figueras

Las fuerzas del general O’Donnell habían ocupado Tetuán en nuestra romántica guerra de África por antonomasia, el 6 de febrero de 1860; el jueves 1 de marzo del mismo año aparecía ya en Tetuán un periódico español: El Eco de Tetuán, que dirigió Pedro Antonio de Alarcón, el afortunadísimo autor del Diario de un testigo de la guerra de África. En la ilustración de la preciosa edición contemporánea de Roig se ve una estampa simbólica de la inquietud española: unos soldados, con sus esclavinas y sus roses, componen las galeradas del nuevo periódico; allí están las cajas de tipos, las prensas; no lejos, en el mismo local, estarán los fusiles. España, en África como en América, parecía sentir una divina impaciencia por llevar a los pueblos con los que se ponía en contacto los avances de la civilización y se aprestaba a dejar apresuradamente las armas para sustituirlas por el libro, por el periódico, por la luz de la cultura. Nacía en este empeño el primer periódico que iba a tener el Imperio de Marruecos, y nacía por el amor de España, “en nombre de Dios, de España, en idioma castellano...” Pocos meses después, El Eco de Tetuán se transformó en El Noticiero de Tetuán, pero el empeño quedó logrado: Pedro Antonio de Alarcón pudo tener el orgullo de dar a España y a Marruecos este suceso tan lleno de simbolismo de la fraternidad de los dos pueblos.

La paz de la guerra de África fue la que correspondía a España y a sus sentimientos respecto a Marruecos; se ha dicho que fue “la paz chica de una guerra grande”; es posible, mirando el asunto sólo en su parte material; en otros aspectos, y como ya señalamos, no podría decirse lo mismo. Así, por ejemplo, España lleva al Tratado de paz cláusulas por las que se garantizaba el respeto a la religión católica en el Imperio de Marruecos, así como libertad para la acción de las Misiones franciscanas, lo cual constituía un gran progreso espiritual para las poblaciones cristianas de Marruecos.

El Sultán de Marruecos mantenía la protección concedida por sus predecesores a los misioneros españoles, y a más de autorizar el establecimiento de una casa de misiones en Fez y de una iglesia en Tetuán, donde los sacerdotes pueden ejercer el culto católico y celebrar sufragios por los soldados españoles muertos en la guerra, se dice de una manera precisa que “dichos misioneros españoles, en cualquier parte del Imperio marroquí donde se hallen o se establezcan, podrán entregarse libremente al ejercicio de su sagrado ministerio, y sus pensiones, casas y hospicios disfrutarán de toda la seguridad y la protección necesarias”.

Asimismo, y velando por la seguridad de la navegación en el Estrecho, lugar tan importante de las rutas marítimas mundiales, impuso la construcción por el sultán de Marruecos del Faro de cabo Espartel. Como la ejecución del acuerdo venía retrasándose por no disponer de medios el sultán, España estuvo dispuesta a prestarle su ayuda, aunque el deseo de otras potencias, especialmente Inglaterra, que miraba celosamente a Tánger, hizo que, en definitiva, el entretenimiento del Faro corriera a cargo de varias naciones mediante la constitución de la Comisión del Faro de cabo Espartel, que funcionaba en Tánger.

Correspondió también a España la organización del primer servicio de Correos que tuvo Marruecos (1862), que se montó sobre la base de nuestros consulados, enlazándose por medio de agilísimos marroquíes (los rekkas) que dejaron fama de sus magníficas cualidades. También fue España la que a través de D. Emilio Rotondo, estableció en Tánger el primer servicio de teléfonos que tuvo Marruecos, servicio que fue mejorando y perfeccionando hasta hacerlo en la actualidad modelo; también a España correspondió, hace pocos años, hacer el enlace entre los servicios telefónicos de Marruecos y del mundo a través de nuestra Patria. En 1884 había establecido España la comunicación telegráfica Tarifa-Tánger; en 1888, el cable entre ambas ciudades.

El marqués de Comillas, español benemérito, estableció en Tánger (1891) el primer servicio de luz eléctrica que tuvo el Imperio marroquí. El padre Lerchundi, con visión clara y perfecta de lo que debe ser la acción española cerca de Marruecos, amplió y completó la obra de Pedro Antonio de Alarcón, estableciendo en Tánger una imprenta hispanoárabe, de la que debían salir obras en los dos idiomas.

Con ser todo ello trascendente, desde el punto de vista de la civilización, hay otros muchos aspectos reveladores de la preocupación española y de la influencia que lógicamente había de derivarse en ese aspecto de la situación de España y de Marruecos. Así, en tiempos del sultán Sid Mohammed Ben Abdal-lah, este monarca concertó con España (1786) la primera acuñación de moneda que Marruecos hizo en el extranjero; el primer reloj público que tuvo Tánger fue el de la Misión franciscana española, y sería interminable la relación de adelantos y mejoras de todo orden que España introdujo en Marruecos.

En el orden de la cultura no debe olvidarse la labor de los Franciscanos en Marruecos, que siempre tuvieron en la Misión la escuela, llevando la enseñanza a los cautivos; durante muchos años, las únicas escuelas donde podían acudir los extranjeros en Marruecos eran las de las Misiones franciscanas españolas, y ha de hacerse resaltar la tolerancia y el amplísimo espíritu que las presidía y que hacía acudieran indistintamente con los europeos, niños y niñas musulmanes e israelitas. Ya en los principios del siglo actual la obra generosa de un gran español, el Marqués de Casa Riera, dotó a Tánger de unos edificios escolares, las Escuelas Alfonso XIII, que constituyeron en su época el primero y mejor esfuerzo hecho en Tánger en el orden de la enseñanza.

Correspondió también a España el orgullo de que los primeros aviones que cruzaron el Estrecho para venir a aterrizar a Tánger fueran españoles; y esta bella tradición española de ser vanguardia de todos los progresos del pueblo hermano se mantendrá constantemente por España, trayendo a Marruecos lo mejor de su espíritu, los progresos mayores de su propia cultura. El desarrollo e importancia que ha tomado la cultura en Marruecos, en todas sus facetas, desde la enseñanza elemental hasta la investigación, son testimonios elocuentes de la continuidad del espíritu español en relación con los pueblos con los que se pone en contacto. Esta permanencia de España en el orden del desenvolvimiento cultural de Marruecos es, por otra parte, consecuencia normal de las relaciones e influencias mutuas entre España y Marruecos, derivadas de tantas y tan poderosas razones y con manifestaciones tan elocuentes como las que han sido expuestas.

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