La actitud del Cherif Mulay Ahmed Raisuni ante el desembarco español en Larache y toma de Alcazarquivir en 1911

La actitud del Cherif Mulay Ahmed Raisuni ante el desembarco español en Larache y toma de Alcazarquivir en 1911

Ricardo J. Barceló Sicilia

De la Conferencia de Algeciras, que se celebró entre enero y abril de 1906, no salió, como es sabido, mandato de Protectorado de España y Francia sobre Marruecos. (Los derechos del Protectorado emanan del Tratado de 1912). Pero Francia buscaba ya en aquellos años, y a todo trance, aprovechar cuantas oportunidades se le ofrecieran para extender su influencia en Marruecos o para ocupar posiciones en su propósito de situarse aventajadamente a la hora de acceder al “bocado” marroquí.

Y así, en mayo de 1907 ocupa Uxda, con tropas enviadas desde la frontera argelina, simplemente porque en Marrakech había sido asesinado el doctor Mauchamp. Y en agosto del mismo año desembarca fuerzas en Casablanca, mandadas por el general Drude, tras el asesinato de ocho obreros europeos que trabajaban en unas canteras con destino a las obras del puerto.

Cuatro años más tarde, el gobierno francés se plantea la ocupación de Fez con especiosos pretextos, fundamentados en la debilidad del Sultán para proteger los intereses europeos en el Imperio y sus dificultades para mantener el orden. Dados los buenos resultados que le proporcionaba esta política de penetración encubierta, Francia resuelve ocupar Alcazarquivir, ciudad que quedaba ubicada en zona de influencia española según el Acuerdo secreto hispano-francés de 1904. El capitán Moreaux se establece en las proximidades de esta plaza con la supuesta misión de reclutar una mehal-la que tendría que acudir a Fez en auxilio de las fuerzas de Mulay Hafid. Este había destronado a su hermano Mulay Abdelaziz y partidarios de uno y otro mantenían serias escaramuzas. Y en Gobierno español (Canalejas) decide la ocupación de Larache y Alcazarquivir para “poner las cosas en su sitio” ante los franceses. Con el decidido concurso del cónsul de España en Larache, don Juan Zugasti, y del capitán Ovilo, la acción se lleva a término sin que llegara a dispararse un solo tiro el 8 de junio de 1911. A partir de aquí, la historia suele referirse a la connivencia del Cherif Mulay Ahmed Raisuni con España para explicar la pasividad de los marroquíes ante la toma militar de las dos plazas. Con ello, se pone en entredicho el patriotismo del legendario personaje, al que se tilda, incluso entre sus propios compatriotas, de “colaboracionista”.

Pero el Cherif Mulay Ahmed Raisuni fue, sobre todo, un patriota. Así se desprende de leer la copiosa producción de crónicas españolas de la época donde, sea por activa o por pasiva, el patriotismo del Cherif queda por encima de cualquier otra consideración. Quienes escriben a su favor son, naturalmente, más directos en sus manifestaciones. Gabriel Maura, en su libro “La cuestión de Marruecos desde el punto de vista español”, de 1905, dice que “en esta época decadente y pacífica es el Raisuni lo que la prensa europea llama un “bandido”, pero en España sería de la misma raza de los que conquistaron América o encabezaron la guerra de la independencia contra los franceses”.

Por su parte, Manuel L. Ortega en su libro “El Raisuni” de 1917, dice de él que ...”cuando contemplamos a este Cherif, emperador de la montaña, encastillado en las fortalezas naturales de la serranía, imponiendo su voluntad a Inglaterra y a los Estados Unidos, a pesar de los cañones, de los fusiles, del oro, de la soberbia de esos dos países tremendos en sus decisiones, comprendemos que el Raisuni no es un hombre vulgar...”. Y añade: “Contra todo lo que significase mengua de los derechos de su país luchó en aquellos días Mulay Ahmed”. Tomás García Figueras, en su libro “Marruecos” dice que “el Raisuni era un hombre de inteligencia clarísima y despierta, político de condiciones excepcionales, conocedor profundo de su pueblo y poseedor de todos los recursos que precisa un buen gobernante; tenía una visión clarísima de la política internacional y del mundo islámico; desde el punto de vista marroquí, anhelaba un Marruecos libre e independiente, sin tutela extranjera alguna”.

Opiniones, pues, que contrastan con la consideración de quienes veían en él un simple bandolero. Pero, por pasiva, también cuantos escriben en su contra no dejan de traslucir su patriotismo. Isaac Muñoz, en su libro “En tierras de Yebala”, de 1913, dice de Raisuni que “desde tiempo no cercano ha venido tenazmente laborando en la sombra con dura persistencia, con actividad infatigable e implacable; y de una manera resuelta podemos afirmar hoy que el alma máxima de la rebelión contra España ha sido el fiero personaje de Arcila”.

Francisco Hernández Mir, en su libro “Del desastre a la victoria, 1921-1926”, publicado precisamente ese último año, dice a propósito del Raisuni que “lejos de sernos útil su anunciada (nada más que anunciada) colaboración, su influencia se reflejó en las cabilas con efectos tales que contribuyeron en grado sumo a preparar lo que pocos meses después estallaba con ímpetu que puso en peligro muy serio cuanto más caro podía sernos en la labor protectora y aun en otros órdenes de más monta todavía”. Es decir, el afán de mantener a su país fuera de la influencia extranjera y el recurso a las armas para lograrlo eran para el Cherif una cuestión irreductible.

Personalidad tan compleja, tan rica y apasionante no ha podido quedar exenta de un tejido de leyendas suscitadas sobre todo por las dos potencias que, en la época, más ambicionaban expandir sus imperios cuanto fuera posible. Francia e Inglaterra sabían del inmenso prestigio del Cherif y eran conscientes de que sólo una campaña bien urdida podía cercenar la hierba bajo los pies de su figura. Una de esas patrañas es la supuesta ayuda que prestó a los españoles para que ocuparan Larache y Alcazarquivir en junio de 1911. Con ello se pretendía poner de manifiesto la entrega del Cherif a España y destruir, por lo tanto, su imagen de luchador por la independencia de su país.

El periodista inglés Walter Harris, corresponsal en Tánger del “Times”, fue el autor de esa leyenda que, como suele ocurrir siempre que alguna noticia queda registrada en letra impresa, cobra carácter de irrefutable, por más que muchos tengan constancia de su falsedad. Es el famoso dicho de que “calumnia, que algo queda”, sobre todo si la calumnia merece los honores de un recuadro en primera página de un rotativo de prestigio. La noticia sirve de fuente para cuantos, después, pretenden ser cronistas de los hechos de que se trate. Y así, el propio Manuel L. Ortega, que ya hemos citado, no tuvo empacho en recoger semejante aserto, sin molestarse en documentar la noticia, en la biografía que escribiera sobre el Cherif en 1917. Y como él, todos cuantos han historiado aquella época. Vano hubiera sido el esfuerzo de apoyar documentalmente lo que no era más que una falsedad, porque los documentos que existen va, precisamente, en dirección contraria.

Hay una primera consideración a la que conviene atenerse y es que la ocupación de Larache y Alcazarquivir se había convertido en una necesidad perentoria para el Gobierno español desde la ocupación francesa de Uxda y, meses más tarde, de Casablanca.

Sabido es que Francia, que se adueñara de Argelia a partir de 1830, buscaba a todo trance la ampliación de sus posesiones en el Norte de África. Por eso estaba interesada el alterar el “statu quo”, con el pretexto que fuera, y trataba de traspasar las fronteras argelinas en dirección a Marruecos en el ejercicio de un dominio bajo el imperio de los hechos consumados. Un autor español de la época había calificado a la Conferencia de Algeciras de 1906 como “ese cónclave de ambiciones, donde se echaron suertes sobre la túnica de un país que fue grande y poderoso, terror de Europa y dueño del Mediterráneo; de un país que dio reyes a España y a Turquía, que creó una civilización, y fue durante varias centurias el campeón del humano progreso”., y en su virtud, la impaciencia de Francia se veía estimulada por la actitud ávida de su partido colonista y por la velocidad con que se sucedían los acontecimientos entre las potencias europeas, en un “toma y daca” de apetencias y trueques de territorios de África, como si el continente pudiera repartirse igual que un queso.

Una segunda consideración en la que conviene detenerse es que existen documentos secretos que atestiguan que el Majzen de Mulay Abdelaziz hizo más de una gestión cerca de España para que procediera a la ocupación de Larache y Tetuán, en el caso de que trataran de apropiarse de estas plazas los partidarios de su hermano Mulay Hafid, que se había rebelado contra él en agosto de 1907 con el propósito de desalojarle del trono.

En efecto, el día 30 de mayo de 1908, el delegado de Mulay Abdelaziz en Tánger, Gebbas, decía el ministro español residente en esta ciudad lo siguiente (Documento número 134 del Libro Rojo presentado a las Cortes Españolas en la Legislatura de 1911):

“Lo importante es que Mulay Hafid no se apodere de los puertos, y a este propósito, por orden del nuevo ministro de Asuntos Extranjeros de Su Majestad Jerifiana, ruego a España esté atenta para contener cualquier movimiento insurreccional en Tetuán y Larache y comarcas respectivas, dando pruebas de verdadera amistad al Sultán y a Marruecos”.

El día 2 de junio del mismo año, el Ministro de Asuntos Extranjeros interino, El Ukili, llegaba todavía más lejos y se dirigía al citado ministro español en Tánger en términos que pueden interpretarse como una dejación de soberanía (Documento número 141 del Libro Rojo antes referido):

“El Majzen está dispuesto a fortificar los puertos, dejando en ellos la fuerza necesaria para seguridad de los mismos y tranquilidad de sus habitantes. Y es evidente que Su Majestad Jerifiana puede contar para ello con vuestra buena ayuda, impidiendo males por todos los medios posibles, AUNQUE SEA OCUPÁNDOLOS CON VUESTRAS TROPAS, si la necesidad lo requiere”.

El día 14 del mismo mes, decía Gebbas al ministro español en Tánger (Documento 159 del Libro Rojo aludido):

“La situación de Larache exige la presencia de dos buques de guerra españoles de importancia, mañana mismo”.

Cuatro días más tarde, de nuevo el delegado del Sultán volvía a comunicarse con el ministro español en la capital diplomática del Imperio de Marruecos y le decía (Documento 169, recogido en el mismo Libro Rojo a que venimos haciendo referencia):

“Estando Tetuán bajo amparo de España, os ruego se traslade a dicho puerto un buque de vuestra marina”.

No deja de llamar la atención que el delegado del Sultán se dirija al representante diplomático español en esos términos de que “Tetuán está bajo el amparo de España”, cuando en realidad Marruecos era un estado independiente, ya que la instauración del protectorado no tendría lugar hasta el 30 de marzo de 1912, es decir, cuatro años más tarde. Posiblemente era una fórmula para instar, para forzar a España a la defensa de la plaza, habida cuenta de la crítica situación en que Mulay Abdelaziz y su Majzen debían encontrarse.

Un tercer extremo que conviene tener en cuenta es que el Convenio Hispano-Francés de 3 de octubre de 1904 disponía en su artículo 3º:

“En el caso de que el estado político de Marruecos y el Gobierno Xerifiano no pudieran subsistir o si por la debilidad de ese Gobierno y por su impotencia persistente para afirmar la seguridad y el orden público, o por cualquier otra causa que se haga constar de común acuerdo, el mantenimiento del “statu quo” fuera imposible, ESPAÑA PODRÁ EJERCITAR LIBREMENTE SU ACCIÓN en la región delimitada en el presente artículo, que constituye DESDE AHORA su zona de influencia”.

En virtud del contenido de este artículo y como quiera que el ejército francés ocupaba las ciudades de Salé y Kenitra los días 23 y 27 de abril de 1911, el ministro español de Estado dirigió al embajador de Francia en España, M. Geoffray, una nota fechada el día 11 de mayo del mismo año, en la que le decía que puesto que los franceses iban resueltamente a ocupar la capital de Fez, el Gobierno español “se vería obligado a ocupar también los lugares de la zona española que más le interesan”. (“Historia de las campañas de Marruecos”. Servicio Histórico Militar, tomo II, Madrid, 1951, página 655).

De esta manera, ante el hecho consumado de la ocupación de Fez por Francia el 25 de mayo de 1911, al gobierno español no le queda otra alternativa que la de actuar por su cuenta, como lo venía haciendo el Gobierno francés y ello de acuerdo con lo dispuesto en el Convenio Hispano Francés de 3 de octubre de 1904 a que nos hemos referido.

Una cuarta consideración es que la ocupación española de Larache y Alcazarquivir fue decidida por el jefe del Gobierno, Don José Canalejas, sin que los propios ministros que formaban su gabinete estuvieran al corriente de esta decisión. Es, por lo tanto, de todo punto imposible concluir que Canalejas informara al Raisuni de sus propósitos cuando no lo había hecho con los miembros de su Gobierno, y no cabe, por lo tanto, posibilidad alguna de que le pidiera colaboración para facilitar el desembarco.

Existe, además, un documento, al que nos referiremos más adelante, que coincide con todo lo expuesto. Se trata de una carta dirigida por el Cherif al delegado del Sultán en Tánger en la que le manifiesta la sorpresa que para él supuso el desembarco español en Larache.

Una quinta consideración que demuestra la ausencia de toda intervención del Cherif Mulay Ahmed Raisuni en la toma de Larache es que la escuadra española que procedió al desembarco el día 8 de junio de 1911 no precisaba ayuda alguna de nadie para llevarlo a cabo, del mismo modo que la escuadra francesa que desembarcó sus tropas en Casablanca el 5 de agosto de 1907 no necesitó de la ayuda de ninguna autoridad marroquí.

Un sexto argumento es que El Raisuni no disponía de medios (tampoco los tenía el Majzen entonces) para oponerse al desembarco español, tanto más cuanto la ciudad de Larache estaba fuera de la jurisdicción del Cherif, ya que tenía por Bajá a Mohammad Fadil Benaix.

Y, finalmente, conviene traer a la luz el contenido de la carta que Raisuni dirigió al delegado del Sultán en Tánger, Gebbas, con fecha 31 de julio de 1913.

Le decía lo siguiente: “Cuando España ocupó las ciudades de Larache y Alcazarquivir, fue para mí una gran sorpresa, por lo que os informé de ello, así como al Majzen en Fez. El Majzen me dijo que no hiciera nada y tratara a los españoles con sumo tacto, a fin de no perturbar las negociaciones entabladas entre él y España, debiendo limitarse mi proceder a informar de la actuación del ejército español.

Yo os informaba regularmente de todo cuanto acontecía en la zona ocupada por los españoles y en vuestras respuestas me decíais que estábais tratando de la cuestión con los españoles.

En una palabra, yo no me opuse a los españoles en ejecución de órdenes recibidas del Majzen y de ti, en espera de ver el resultado de las negociaciones que llevábais a cabo con los españoles”.

Esta carta manifiesta clarísimamente que el Cherif Mulay Ahmed Raisuni, a pesar de que Larache no formaba parte de su jurisdicción, cumplió con su obligación de patriota y recabó en todo momento tanto del Majzen como de su delegado en Tánger instrucciones para actuar como mejor conviniera a los intereses de su país, y sólo obtuvo como respuesta la orden de no hacer nada.

Estas siete consideraciones que se ofrecen expresan bien a las claras la actitud absolutamente patriótica del Raisuni en lo que se refiere al desembarco español en Larache y consiguiente toma de la ciudad, y constituyen la verdad histórica de su proceder orientado al servicio de su país, amenazado por los planteamientos que derivaban de unos acuerdos tomados por las potencias europeas acerca de un país soberano, sin que la opinión de éste fuera requerida para nada.

Entiendo que esta es la verdad histórica que debe resueltamente sustituir a la leyenda perpetrada por el agente británico Walter Harris, quien precisamente fuera víctima de un secuestro por parte del Cherif Mulay Ahmed Raisuni, que obtuvo, por cierto, una elevada suma por su rescate.

RESUMEN

El Cherif Mulay Ahmed Raisuni suele aparecer en la historiografía como un personaje ambiguo en sus relaciones con España, como un hábil maniobrero que en ocasiones se mostraba colaboracionista con los intereses españoles y otras irreductible defensor de la independencia de los territorios bajo su dominio, en los que practicaba asimismo una política ambigua en sus relaciones con el Majzen. La realidad es que, como reconoce Tomás García Figueras, anhelaba un Marruecos libre e independiente, sin tutela extranjera alguna. Un periodista y agente británico, Walter Harris, que sufriría secuestro por parte del Cherif, fue quien propaló en las páginas del “Times” la especie de que El Raisuni estaba vendido a los intereses españoles y que gracias a su colaboración las tropas españolas pudieron desembarcar el 8 de junio de 1911 en Larache y tomar a continuación Alcazarquivir. Esta acción militar era la reacción española a la ocupación francesa de Uxda y Casablanca y al amago de Francia de instalarse en Alcazarquivir, ciudad que quedaba en la zona de influencia española, según el Acuerdo secreto hispano- francés de 1904.

Numerosos testimonios y documentos sirven para desmontar la patraña urdida por Harris y ponen de manifiesto una actitud más colaboracionista con España por parte del Majzen que la que sedicentemente se le atribuye al Cherif.

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